viernes, 31 de agosto de 2012

Eh tu, alma apenada. ¿A dónde vas, si ya no te queda nada?

Salí de casa de mis padres, con la mochila colgada a un hombro. Con la vista en el suelo, y la mente ocupada por la música de mis auriculares. Andando sin ganas, sin la alegría tan característica mía. Todavía me sorprendía como en unos pocos meses mi vida había cambiado tanto. Yo, la chica divertida y amigable, se había convertido en la fría y sería persona, que ahora caminaba sin motivación alguna al colegio.

El colegio, donde he pasado de ser amiga de todo el mundo, a ser la introvertida, la rara, el objeto de burla por todos. No sé como una vez pude ser tan cercana a ese atajo de mal nacidos. No sé como pude estar tan ciega.

Llegué justo con el tiempo necesario, lo suficiente como para dejar la mochila en la taquilla, coger los libros necesarios e ir a la clase que tocaba. Siempre iba así, ya que si me permitía aparecer un momento antes, todos empezarían con las burlas. Y yo ya estaba cansada de todo.

Me senté en mi esquina habitual, junto a la ventana y dejé que el tiempo pasara. De vez en cuando el profesor me hacia alguna pregunta intentando que prestase atención, demostrando que no estaba a lo que debería estar. Pero era imposible pillarme con la guardia baja, y siempre que me preguntaban, contestaba la respuesta correcta. Así que, muchos de ellos, tiraron la toalla hace tiempo.

El tiempo pasaba y el día transcurrió con normalidad, ellos me hacían bromas y yo agachaba la cabeza imaginando que estaba en otro lugar. Uno más feliz.

Pero en la última hora de aquella cárcel, algo captó mi atención. Un grupo de chicos, de los que ya no quería ni recordar el nombre, estaban sentados en una esquina de la sala, mirándome. Calculando algo. Y acto seguido volvían a hablar entre ellos, para después volverme a mirar.

¿Planeando otra jugarreta? ¿Quizá otro cubo lleno de agua encima de la puerta? ¿O tal vez lleno de bichos?

Tenían tan poca imaginación, que gracias a ellos había perdido mi miedo a las arañas.

Decidí ignorarles, y volver a mi rincón. Lo único extraño en ellos eran sus miradas. Tan frías, calculadoras. Observándome como si fuera un objeto.

"Estarán calculando el dinero para hacer una apuesta contra mi." supuse, quitándole hierro al asunto.

Las clases de Historia eran tremendamente aburridas, así que desde hace un tiempo las dedico para explotar mi lado artístico. Ayer un dibujo, hoy otro, y así hasta llegar a la situación actual: con miles de archivadores llenos de arte.
Tampoco es que tuviera un gran y sorprendente don. Aunque según mi padre: los grandes dones son aquellos que los demás pueden ver, pero la propia persona no le da importancia. 
Por él me metí en el mundo del dibujo, y solo por él, por honrar su memoria, sigo dentro.

La hora acabó, finalmente, y yo salí disparada hacia mi taquilla. Cogí todas mis cosas y estuve a punto de irme, cuando una voz me paró.

-Hola, Eve. ¿Qué tal?- su voz, tan seductora como siempre, caló dentro de mi piel y produciendo un suave cosquilleo en el estómago.
"¿Por qué él? ¿Por qué no puede venir a hacer la gracia otra persona?" pensé con tristeza. Intentando ignorar los sentimientos que empezaban a crecer en mi.

Mantuve la puerta de la taquilla entre nosotros, como barrera. No quería verle. No quería oirle. Necesitaba salir de ahí.
 Fijé mi vista en el fondo de la taquilla, cogiendo fuerzas. Recordando las numerosas cosas que él y su grupito de amigos me habían hecho, intentando despejarme de cualquier sentimiento que tuviera hacia este chico, y sacando todo el odio de mi interior.

-Para ti, soy Evelyn. Y mi estado te interesa un pimiento, así que vete a molestar a otra parte. Adiós.-cerré la taquilla con fuerza y me dirigí a la salida del colegio.

-Oh vamos, Eve, no te pongas así.- corrió hacia mi, y me cogió del codo cuando ya estaba casi fuera. Intentaba darme la vuelta y enfrentarme a él, a sus ojos. Pero yo me resistía.- ¿Qué tal si hacemos las paces?

¿Las paces? ¿Hacer las paces? Esa frase hizo que estallará una bomba en mi interior, produciendo más odio, consumiendo lo poco bueno que quedaba en mi. Me di la vuelta y miré le miré fijamente con ojos claramente enfadados. Él, al ver unos ojos así retrocedió un poco, asustado.

-Eric, métete la ofrenda de paz por donde te quepa. Dejame en paz y vuelve con tu grupito de payasos.-dije intentando no gritar, pero sin tener mucho éxito.
Me retorcí entre su brazo, intentando escapar.
Quería irme de allí, necesitaba alejarme de él y todo lo que significaba para mi. Así que, como no me soltaba era la hora del plan B.

-Pero Eve...¡AY!- mi pie aterrizó en el suyo, y cuando se agachó ligeramente, le golpeé la pantorrilla de la misma pierna. Eso le dejaría inmóvil, durante un momento, a causa del dolor. Y a mi me sentó bastante bien liberar un poco de fuerza para variar.

-Adiós, Eric.- estaba tumbado en el suelo, con cara de estar muriéndose. Exagerado.
Le dirigí una última mirada, más triste que enfadada, a sus ojos. Acto seguido,  abrí la puerta y me largué de allí.
Dejando atrás al que siempre había sido alguien muy cercano a mi. A alguien muy especial. Dejando atrás al amor de mi vida.

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Bueno pues aquí os dejo el primer capítulo de una historia nueva. La trama en si está muy vista, pero fue ayer, cuando leí algo parecido a esto, cuando se me ocurrió escribir el capítulo. No se cuantos capítulos va a tener, lo más probable es que dos o tres.
Espero que os guste.
xoxo
Just You And Me.

1 comentario:

  1. ya yo vi el cisne negro y me ha gustado mucho la peli aunque es final aww pego pego eeh!!.. muy lindo blog besos http://gesioz.blogspot.com

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