sábado, 27 de abril de 2013

Volvamos a aquellas tardes otoñales.

Era una persona especial, y ese hecho resaltaba tanto como las luces de los bares al caer la noche. Tan atrayentes y enigmáticos, que no puedes evitar ir a conocer que esconden, al igual que ella.

Tenía una forma particular de ver la realidad, y siempre fui fan de ese modo de vida.


Disfrutaba totalmente de lo pequeños placeres de la vida, de lo que la gente ocupada solía pasar por alto.
Vivía plenamente la música, inventando historietas con cada estrofa que sonaba. Soñaba más cuando estaba despierta que cuando dormía, justificando que solo entonces podría recordar y atesorar lo soñado. Creía en el destino, pero también en la rapidez con el que este puede torcerse. También deseaba cambiar el mundo, aparecer en los libros de historia y en los exámenes de estos:
"-¿Te imaginas? Los niños, nerviosos y con sus apuntes en la mano, exponiendo nuestras vidas ante toda la clase. ¡O haciendo un examen! Sería algo como, primera pregunta: ¿Dónde nació? ¿Cuál era su nombre completo? ¿Quién era su brazo derecho?" -Y entonces, riéndose entrelazaba nuestros brazos derechos, respondiendo a su propia pregunta.


Consideraba que las estaciones se reducían a dos, verano e invierno, y que las restantes eran únicamente el resultado de la lucha constante entre las principales, siendo en un caso vencedor el verano y en otro el invierno.  
Las tardes en las que el invierno ganaba, las tardes de otoño, eran sus favoritas, sin ninguna duda. 
Le encantaba ese frío especial que hacía antes de que el invierno consiguiera su trofeo y las nevadas nos impidieran salir.  El frío que te impulsaba a moverte, para evitar sucumbir ante él. El que "helaba la sangre, pero no congelaba las venas.

Siempre paseábamos cerca de los jardines pues quería ver la forma en la que llovían las hojas de los árboles. Solía decir, que cada hoja tenía una forma única y especial de caer al suelo, aunque nadie se diese cuenta de ello.

También recuerdo esa manía suya de mirar los ojos de la gente con la que se cruzaba por la calle e intentar averiguar que se escondía tras ellos. Saber cuales eran sus problemas, y que les impulsaba a seguir adelante. Saber cual era la razón por la que habían salido al exterior, y se habían cruzado con nosotras.

"-Mira, ves a aquella chica que sonríe? Puede que su padre haya muerto en algún accidente, y ahí la tienes, actuando como si nada. Y mira hacia esa otra persona, quizá en este mismo instante está a punto de conocer al que será el mayor error de su vida, pero no va a poder hacer nada por remediarlo, porque no es consciente de ello. Y aquel, ¿sufrirá aquel chico de allí algún tipo de bullying? ¿Se cortará esa chica de allá? Fíjate en todos ellos; han tenido un punto de partida, han cometido muchos fallos a lo largo de sus vidas, y aún así aquí los tienes, ignorando nuestros errores, nuestras vidas, continuando las suyas. ¿De dónde vendrán? ¿A dónde irán? ¿Cómo habrán cambiado sus vidas cuando el día haya terminado?"

Las preguntas sin respuesta de aquellas tardes eran inquietantes y siempre me volvían cuando intentaba dormir. Me hacían sentir  pequeña e insignificante, al igual que los demás.

El tiempo pasaba, y como siempre acaba ocurriendo; nuestros caminos se difurcaron. Las responsabilidades comenzaron a aumentar sin previo aviso, y a pesar de que nos moríamos de ganas de vernos, nunca había tiempo. 
Así fue como, sin poderlo remediar, ella, nuestras hazañas, y las queridas tardes otoñales se quedaron en el recuerdo. Aunque ambas sabíamos que nunca las olvidaríamos del todo.

Sacudí la cabeza y volví a la realidad. No podía tirarme aquí plantada todo el día, mirando a la nada mientras recordaba el ayer. Me arrodillé, y toqué por última vez aquel trozo de piedra grabado.

"Vivió como murió: loca, pero feliz."

Habría deseado poder grabar más cosas, pero no había presupuesto para más.
 Una lágrima rodó por mi mejillas, al ver esa simple frase, demasiado escuálida como para describir a  un alma tan grande. 
Así pues con rabia y más lágrimas, saqué un trozo de papel y un boli de mi bolso y escribí todo lo que faltaba.
 Cuando terminé, coloqué la nota entre los jarrones, de modo que la lluvia no pudiera estropearla, pero que aún así, todo el mundo pudiera verla. Después, me despedí una última vez y me marché, deseando volver a aquellas tardes otoñales.

"Aquí yace una filósofa, soñadora, cariñosa, bromista, tonta, impulsiva, otoñista* ... una loca. Aquí yace, sin ninguna duda, la mejor persona del mundo." 




No hay comentarios:

Publicar un comentario

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...