domingo, 21 de febrero de 2016

Qué miedo puede dar la libertad.

Sin saber como lo he hecho, sin ser consciente de como puede cambiar la vida de un minuto a otro, vuelvo a estar en la cuerda floja. Siendo cada paso decisivo, pudiéndome llevar a la gloria o a un error fatal. Pudiéndome llevar a la meta o a una terrible caída y un terrible dolor. 

Y vuelvo a estar en un laberinto. Sin saber qué camino debería coger, sin saber qué camino es el correcto. Sin ni siquiera saber si debería coger un camino. Sin ni siquiera saber si existen realmente dichos caminos. 

Todo son dudas, todo son conjeturas, todo son castillos de arena en el aire que hago mientras siento que una tormenta se acerca hacia mí. Y en todo este mejunje de problemas y de dudas, lo único en lo que no dejo de pensar es en si debería dejarlo todo ir. En si debería no arriesgarme. En si debería dejar marchar el tren y desear que para cuando pase el siguiente esté mejor preparada. Si es que vuelve a pasar otro, claro. Y vivo con miedo. Porque hay muy pocas cosas en la vida que te otorgan una segunda oportunidad. ¿Y si esta no es una de ellas? ¿Y si me arriesgo y si me aventuro, pero me equivoco? ¿Y si no me arriesgo y me equivoco por haberlo dejado pasar?

Lista de cosas positivas.
Lista de cosas negativas.
Listas que no sirven para nada.
Dudas, dudas, dudas. 
Miedos, miedos, miedos.
Frustraciones, arrepentimientos, dolor...

Hay que ver la cantidad de cosas que pueden entrar cuando a uno se le plantea la posibilidad de salir de la cárcel y aventurarse a lo desconocido.
Hay que ver la cantidad de cosas que puedes sentir cuando te dan la llave para salir de la jaula de oro.


¿Qué camino debería coger?
¿El constante y seguro?
¿O debería atreverme con el nuevo camino?


la perdida


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